Trescientos sesenta y cinco días atrás el mundo se hacía
más gris a la vez que el cielo se iluminaba con una estrella de brillo propio.
Amy Winehouse fallecía
en su Londres natal y su voz se transformaba en una leyenda.
Soul, belleza
y tragedía en una obra que marcó el rumbo de la música.
Cuando se supo la
muerte de Winehouse,
reflotó la idea de aquél club o clan que en el cielo forman todos los virtuosos
músicos que murieron a la temprana edad de 27 años (Janis Joplin, Kurt Cobain, Brian Jones, Jimmy Hendrix y Jim Morrison). En todo el mundo se hicieron homenajes y
se lloró por ella.
Sin embargo, su voz,
lejos de apagarse, adquirió otro volumen, otro nivel de alcance. Ese que está
reservado para las grandes leyendas.
Considerada como la
heredera de las reinas del soul (Etta James, Sarah Vaughan), con su particular tono supo darle al pop
un toque de sofisticación. Mientras su carrera se consolidaba y la posicionaba
como una de las artistas del momento, su vida personal no podía alejarse de la
autodestrucción.
Ya en Rehab, una de sus
canciones más famosas, Amy relataba
sus problemas con las adicciones al alcohol y las drogas: “Intentaron ponerme
en rehabilitación, pero yo dije que no”.
En un comunicado a través de la página web dedicada a su
memoria, su familia quiso recordar su figura: “Pensamos en una persona que dio
mucho”, reza el mensaje en el que también destaca la “rídicula y temprana edad
de su fallecimiento”.
Tal vez para devolver
un poco de lo que dio, sus fans la homenajearán en todo el mundo y su voz
seguirá sonando grave, pontente y profunda, digna de una reina del soul.
Por siempre Amy…
Katherine Barrios
Fuente: E! Online Latino
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