No es fácil para cualquier persona adentrarse en lugares que desconoce, que no le son familiares y sentirse incomodo por la miradas clandestinas que te arrojan los demás, juzgándote. Y es allí, en el mercado, aquel pequeño pedazo de tierra que damos por olvidado, pues los supermercados desplazaron desde hace años este tipo de establecimientos, donde un gran grupo de personas siguen asistiendo.
Al entrar al mercado municipal de Puerto La Cruz nuestro olfato es absorbido por el olor a especias y pescado. Los olores y sonidos nauseabundos no se hacen esperar.
Desde muy temprano cientos de comerciantes informales se aglomeran para comenzar su jornada, relatan algunos, a partir de las 5:00 de la mañana, para conseguir buenos puestos.
Ya a las 9:00 de la mañana todo está montado y preparado para recibir a los consumidores.
En muchas caras se observa el optimismo, en otras, la necesidad. Algunas te reciben con amabilidad y un “¿que busca?” otras ni siquiera se molestan en atenderte.
Entrar a este laberinto es como entrar a otro mundo. Un universo donde se puede percibir la realidad de un país en decadencia, donde las personas están atadas a trabajar en un ambiente poco higiénico por la necesidad.
El contexto está cargado de olores y música popular. Desde vallenato hasta llaneras se escuchan por todo el lugar.
Muchos comerciantes requieren el trabajo para mantener a sus numerosas familias. Algunas son personas que recientemente adquieren el valor del trabajo, otras llevan gran parte de su vida laborando en el establecimiento público y para ellos es todo un estilo de vida.
Al adentrarse aun más en el mercado y si se observa con atención se notan los vínculos que han sido creados en este ambiente de trabajo. Entre unos y otros se ayudan.
Algunos vendedores son nativos de la ciudad oriental, otros son emigrantes. Algunos de la capital o de otra ciudad del interior, pero hay algunos que provienen de otros países.
En este lugar hay de todo, desde humildes bolseros hasta distribuidores de carne. Las hierbas son otro producto popular, a estas se les dan desde usos prácticos y medicinales hasta remedios mágicos.
El calor aumenta, el sol cada vez es más fuerte. El sudor corre por la frente de los visitantes.
El medio de trasporte común dentro del área son las carretillas. Cada dos minutos pasará uno a tu lado, algunas veces vacías, otras llenas de alimentos.
El piso de este lugar es de tierra en su mayor parte. En otras está asfaltado, pero la limpieza es poco habitual y el agua corre desparramada por varios sectores.
Este es un lugar con poca higiene. La basura se acumula en los rincones y transmite mal olor a todas partes.
En este sitio no existen derechos de admisión. Esto se presta a que indigentes y borrachos posean el libre albedrio en la zona.
Aun así es como todos conviven en armonía, como una comunidad, "la comunidad del charco".
Nairim Amaya
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